Epílogo: erre que erre.

Quisiera cerrar esta publicación haciendo honor a los pensamientos, experiencias y personas que han marcado mi formación en estos últimos tres años de Proyectos de Cooperación Universitaria al Desarrollo. Cómo no añadir el agradecimiento a mi compañera Paula, a nuestra coordinadora y mentora Elia, a nuestros compañeros de viaje de la Universidad de Alicante (UA) y a todas las personas que nos han acogido en Lima, como unos más, durante estos tres años, y sin olvidar a mi familia, que me ha acompañado en este complejo camino emocionalmente y lleno de incertidumbres en cuanto a sostenibilidad económica se refiere. Gracias, de verdad. No he sentido más amor y más convivencia, más arquitectura y más cooperación, que en este proyecto. 

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Decía el catedrático Joaquín Arnau Amo en una de sus clases magistrales en la UA a los estudiantes de primer año del Grado en Fundamentos de la Arquitectura, que hay que ser responsable como arquitecto desobedeciendo – ¿a quién? – A los que ven solamente negocio en la arquitectura, a los que dañan a los habitantes. 

Citaba el libro de La Responsabilidad del Arquitecto (La responsabilità dell’architetto), de Renzo Piano, que en francés se tradujo como La Desobediencia del Arquitecto, y que le servía para enunciar ‘la desobediencia responsable’ del arquitecto: esa que nos lleva a hacer que la Arquitectura sea necesaria, involucrando a la gente.

El habitante es el que da sentido a la habitación, y, por lo tanto, el arquitecto debe ser responsable con la convivencia, con la vida en común de los habitantes. 

Como colofón a esa clase magistral en primer año (a la que asistí de oyente) de Grado les enunció: Las estrellas están muy lejos y aportan muy poca luz. No sé si en mi primer año de carrera hubiera prestado atención de tal manera a esa frase como lo hice en ese momento, pero la agradecí tanto en mis últimos años de licenciatura, que sirvió para coger impulso.

Joaquín Arnau Amo,  

Alicante, 10 octubre 2015.

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[…] Por muy dura y amarga, por muy embarazosa y amenazadora que sea la carestía de viviendas, la auténtica penuria del habitar no consiste en primer lugar en la falta de viviendas. […] La auténtica penuria del habitar descansa en el hecho de que los mortales primero tienen que volver a buscar la esencia del habitar, de que tienen que aprender primero a habitar. […] Llevarán a cabo esto cuando construyan desde el habitar y piensen para el habitar.

Construir, Habitar, Pensar,

Martin Heidegger, 1950.

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Es importante destacar el papel de numerosas agencias de cooperación y ONG que llevan años trabajando para que se reconozcan a los habitantes de los slums y los sin tierra los derechos establecidos en la mayoría de las constituciones, como el derecho a la vivienda y el derecho a que se respeten su tenencia. En las últimas décadas se ha generado un conocimiento mundial que ha colaborado en mejorar las condiciones de partida de muchos barrios autoconstruidos, al contar con asistencia técnica. El trabajo de estas agencias y ONG ha contribuido a que se deban pensar alternativas oficiales a la simple erradicación y recolección en las periferias.

[…] 

Cuando es excluyente, una ciudad no cumple con su función esencial de acogida y acaba convirtiéndose en una aberración. La mayor de las monstruosidades es la de la ciudad que arremete e incluso maltrata y asesina a sus indigentes, a sus minorías, a sus perdedores que acaban convirtiéndose en la imagen de un fracaso y una angustia que algunas personas quieren anatomizar agrediendo el cuerpo del subalterno.

Arquitectura y Política. Ensayos para mundos alternativos, 

Josep Montaner y Zaida Muxí

Editorial Gustavo Gili, Barcelona 2011. 

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La Nueva Agenda Urbana, publicada en la pasada Conferencia de las Naciones Unidas Hábitat III celebrada en Quito en 2016, fue objeto de crítica, no muy positiva, en el grupo de posgrado del ICHaB de la ETSAM al que pertenecí. 

El objeto mismo de este documento se centra mayoritariamente en lo que su título indica, lo urbano, e ignora gran parte del modo de habitar de miles de millones de habitantes que desarrollan la totalidad de su vida en lo rural.

Si bien es cierto que la tendencia mundial es la de aumento de la población urbana en contra de la población rural, el foco de atención debe tener una doble visual: no podemos olvidar y dejar de lado lo rural y sus carencias, potenciando el éxodo máximo a unas urbes que tienen desbordadas sus capacidades naturales y artificiales como hábitat digno. 

Potenciar la vida rural para apaciguar lo urbano debe ser una de las estrategias esenciales de los organismos internacionales y no deben potenciarse estrategias que eliminen o cieguen el modo de vida rural.  

En las urbes se produce el mayor desarrollo humano en muchos ámbitos, espacio de derechos ciudadanos, pero también se produce el mayor espacio de exclusión. La ciudad tiende a generar grandes desigualdades en el desarrollo humano: conviven en un mismo espacio personas sin techo para habitar y personas con exceso de espacio para habitar. El concepto de Derecho a la Vivienda se niega en lo urbano. En lo rural, raro es la persona que no tiene un techo donde habitar, aunque sea en condiciones precarias. 

Como argumenta de manera inteligente y consciente Yayo Herrero, las urbes necesitan de lo rural. Madrid, por ejemplo, no produce ni un mínimo porcentaje de los alimentos que necesitan sus ciudadanos para vivir, que dependen de los alimentos y cultivos que se producen en las áreas rurales de alrededor. Un síntoma más de que hace falta mantener ambos modos de habitar, lo urbano y lo rural. 

En Senegal, ciudad donde vivo, se contempla esta situación a diario. La falta de políticas de reactivación y recuperación de la actividad económica, cultural y educativa en las áreas rurales, genera un éxodo nacional e internacional que desborda las previsiones y pone en cuestión las infraestructuras urbanas y, por supuesto, su gestión. Dakar es una ciudad de contrastes, como la mayoría de ciudades de nuestro mundo. Sin una intervención urbana digna que responda a sus necesidades a medio y largo plazo, no solo atendiendo a parámetros de especulación inmobiliaria, miles de personas que viven en la ciudad, cuentan y contarán con menos calidad de vida que si continuasen su vida en el ámbito rural. La saturación de los recursos sanitarios, la falta de higiene urbana, la falta de recogida de residuos contaminantes, la falta de movilidad urbana sostenible que se centra casi exclusivamente en el transporte privado y unitario, la propagación de enfermedades producidas por los altos índices de contaminación, y un largo etcétera, hace que el día a día en una urbe como Dakar, sea más que complicado a nivel de ser ciudadano. 

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En los tres años de Proyectos de Cooperación Universitaria al Desarrollo realizados desde la UA en la ciudad de Lima, y de los cuales he tenido la oportunidad de participar como estudiante de Arquitectura y posteriormente como egresado, no puedo estar más que agradecido al aprendizaje de conceptos adquiridos.

No hay mejor manera de llevar a cabo la cooperación que con la inmersión en el tejido cultural y social del lugar donde te encuentres, sea en el barrio de al lado de tu casa de toda la vida, en la ciudad colindante o al cruzar el charco. El respeto a la interculturalidad de cada individuo que construye el conglomerado colectivo es esencial tenerlo en cuenta para generar espacios orquesta, donde cada uno con su instrumento y capacidades puedan aportar su parte esencial a la comunidad. El habitar necesita del participar, de tomar partido, de transformar el entorno y generar diálogo colectivo, para que las cosas no se queden en uno mismo con apropiaciones indebidas, si no que generen estrategias y proyectos comunitarios que sean entendidos como el desarrollo a medio y largo plazo de una sociedad participativa. Esta sociedad participativa debe ser diversa en género y edad, de manera justa e inclusiva. 

Si bien la teoría relacionada con la Cooperación Universitaria al Desarrollo en el ámbito de la arquitectura y el urbanismo cada día es más extensa y de mayor calidad, el aprendizaje adquirido mediante la acción transformadora e investigadora fuera de ella me ha permitido ampliar mi formación a un espectro mucho más amplio que el que solo pudiera haber obtenido dentro de la escuela. Desde 2014 pertenezco a Arquitectura Sin Fronteras Alicante, en donde he podido encontrar el espacio de crítica y discusión a los modos tradicionales de la enseñanza. Abrir la experiencia a los materiales vernáculos, a la incorporación transversal de los derechos humanos en los proyectos de hábitat, a experimentar el trabajo horizontal comunitario como herramienta de educación popular emancipadora y a palpar el sentido de la importancia del derecho de cada individuo a la ciudad y a una vivienda digna, sin olvidar la sostenibilidad de su entorno medioambiental, cultural y social. 

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Como decía el investigador Aurelio Ferrero del Centro Experimental de Vivienda Económica de Córdoba, Argentina, en el curso del ICHaB, a su edad, o montan una nueva asociación con sus ideales o se meten en una ya creada para cambiarla. 

No sé si habré logrado cambiar algo, pero por lo menos, he seguido mis ideales.

Texto publicado en

Gutiérrez Mozo, Elia, et al. ERRE QUE ERRE. Experiencias, Reflexiones, Retos y Éxitos. Los proyectos de cooperación universitaria al desarrollo en el ámbito de la arquitectura y el urbanismo. Universidad de Alicante. Vicerrectorado de Relaciones Internacionales, 2018. ISBN 978-84-1302-005-1. Págs 226-231. 


Repositorio de la Universidad de Alicante: http://hdl.handle.net/10045/85489 


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